JUNG tuvo, desde muy niño, una curiosa fascinación por las piedras. En primer lugar, la piedra saliente de la vieja pared de la casa de sus padres en Kesswil. JUNG tenía entonces 9 años y se fabricó un interesante juego con aquella piedra, juego que expresó de esta manera: “Me siento encima de esta piedra y ella está debajo. Pero entonces, la piedra también puede decir ‘Yo’ y pensar: ‘Estoy situada aquí en esta pendiente y él está sentado sobre mí’, dando lugar a esta pregunta: ‘¿soy yo el que está sentado en la piedra o soy la piedra en la cual está sentado él?’ ” Desde una visión clínica, preventiva y terapéutica, es muy importante comprender que JUNG prevenía o controlaba su ansiedad cuando iba más allá de la ansiógena apariencia de la separatividad y, entrando en el estado de la “trans-parencia”, gozaba de la experiencia de la unidad, identificándose con la piedra. ¿Nos atrevemos a profundizar, analizando, pensando y opinando, sobre esta curiosa experiencia de JUNG?
La segunda piedra aparece hacia la edad de 10 años. JUNG se había fabricado un muñeco (un maniquí) y le regaló una piedra pequeña, un cayado del río Rin, que él siempre llevaba en el bolsillo. Aquel cayado negrusco del Rin encerraba un SECRETO, era el secreto de aquel niño raro, algo melancólico e introvertido. ¿Nos atrevemos a intuir y a opinar sobre cuál era aquel secreto? También la primera piedra constituía el gran secreto del JUNG niño.
La tercera piedra, sorprendió a JUNG en su casa castillo de Bollingen, a la orilla norte del lago de Zurich. Después de la muerte de su madre, JUNG comenzó a fabricar un edificio circular en forma de torre, como él decía, “un claustro materno”, sin electricidad ni agua corriente, con mucho silencio y soledad. Luego amplió la construcción añadiendo tres nuevas secciones. El edificio original era bajo, terrero y escondido entre dos torres, expresión de su introversión. Pero al cumplir ochenta años, ya viudo, quiso edificar una planta superior, que para él represento “una superioridad de la conciencia conseguida con la vejez”. Desde el principio, le pidió al constructor que le encargara una piedra angular de forma triangular, pero el picapedrero se equivocó y le envió una piedra en forma de cuadrilátero perfecto, como un gran pedestal con cuatro lados. El constructor, al verla, se enfadó mucho en presencia de JUNG y mandó devolvérsela al picapedrero, pero JUNG gritó: No, esa es mi piedra. Yo debo quedármela! La piedra de Bollingen fue para JUNG, un totem, un altar, un ara en la que vertía su ansiedad que se trasmutaba en paz interior. Era la experiencia de separatividad la causante de su ansiedad, al sentarse en la piedra y fundirse en ella tenía la experiencia de unidad, causante de su paz interior. ¿Puedes reflexionar y opinar sobre esto? ¿Se captan las consecuencias, tanto preventivas como terapéuticas, de este APUNTE 1º sobre JUNG Y LAS PIEDRAS?
Jaime Llinares Llabrés
Psicólogo clínico, holoanalista y profesor de EITHA
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